«La próxima vez que la gente diga «Solo sé tú mismo» hay que pararla en seco. Nadie quiere oír todo lo que pasa por nuestra mente. Solo quieren que vivamos a la altura de lo que sale por nuestra boca.»
Para el autor, la autenticidad significa borrar la división entre lo que tú crees firmemente en tu interior y lo que le muestras al mundo exterior. Se plantea que todos tenemos pensamientos y sentimientos que consideramos fundamentales en nuestras vidas, pero que es mejor callar. Por lo que hace énfasis en que, la eficacia de la autenticidad depende de un rasgo de la personalidad llamado autocontrol y que la persona con gran capacidad de autocontrol observa constantemente a su alrededor en busca de pistas sociales y se adapta. Si el autocontrol es bajo, la persona se guía más por su estado interno, sin importar las circunstancias.
Cuando lo que eres es muy diferente a lo que quieres ser, o cuando lo que eres no se ajusta al entorno donde quieres encajar, entonces el “sé tú mismo” puede ser un pésimo consejo.
Ibarra investigó esta cuestión y se dio cuenta de que los empleados con alto grado de autocontrol eran más propensos que sus colegas auténticos a experimentar con distintos estilos de liderazgo; observaban a otros y tomaban prestados su lenguaje y su modo de actuar y los practicaban hasta que estos se convertían en algo natural. No eran auténticos, pero eran sinceros. Esto los hizo más eficientes.
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