En abril de 2016, se aprobó el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD). Su aplicación, no obstante, se demoró a mayo de 2018, fecha que todos recordamos por un aluvión de correos y sms solicitando el consentimiento para el uso y tratamiento de nuestros datos personales.
Si echamos la vista atrás, este evento, que consiguió generar cierto clima de intranquilidad en usuarios y empresas, sirvió para que el usuario tomase consciencia del concepto de identidad digital. Gracias a la recepción de esta información, comenzamos a recordar que nuestros datos habían sido cedidos a terceros y, quizás en algunos casos, nos sirvió para deshacer aquella cesión de datos que no recordábamos, o al menos para tomar consciencia de nuestra cesión.
La información es poder
La RGPD abrió paso hacia una nueva conquista del usuario: los derechos digitales. Hasta este punto, todos éramos conscientes de que la firma de un contrato en papel nos ligaba a una obligación y a unos derechos, ejercicio que en el terreno digital no gozaba de la misma percepción por el usuario.
Un ejemplo, nadie dejaría sus fotos impresas en el banco de un parque para que un tercero se hiciese con ellas. Sin embargo, diariamente estamos cediendo nuestros derechos de imagen a terceros sin tener percepción de ello. Es más, en ocasiones esa cesión es perpetua, y aunque eliminemos nuestra cuenta en el servicio al que hemos cedido nuestra foto, nunca recuperaremos el control sobre esta.
En este punto, los derechos digitales cobran sentido. Así, el usuario que ha realizado este tipo de cesión debe poder revocarla, rectificarla, suprimirla, limitarla, aceptarla u oponerse a ella de una forma fácil y accesible.
Las empresas frente al usuario
En el ámbito empresarial, este ejercicio de derechos digitales debe ser percibido como una herramienta que genere un atractivo sobre el usuario. De este modo, si esta concienciación del usuario avanza, este tendrá una mejor percepción sobre aquellas empresas y servicios que de forma simple ofrezcan claridad al usuario sobre el tratamiento y la finalidad de sus datos personales.
Con lo expuesto, la concepción de nuevos servicios debe ir orientada a que el usuario perciba estos como un lugar donde el control de los datos recaiga sobre la persona. Y si de esta transparencia hacemos un reclamo, el valor añadido frente a la competencia será un plus frente al usuario. Un usuario, que cada vez más exigirá sus derechos digitales.
Impacto en Recursos Humanos
Si ponemos el foco en los departamentos de Recursos Humanos, estos tienen un papel clave en la digitalización de todos los procesos de la organización. Además, el ciclo de vida de los datos de un empleado se extiende desde el mismo momento en que este participa en el proceso de selección hasta su día a día en la compañía. De este modo, los datos que se acumulan sobre él son muchos y muy variados (desde el nombre de pila hasta un proceso de objetivos, pasando por sus beneficios sociales o un simple número de cuenta).
Atendiendo a los principios de minimización de datos y la necesidad huir de la obsolescencia de estos, la RGPD nos brinda una oportunidad para redefinir los procesos ligados a los Recursos Humanos, poniendo el foco en la calidad del dato. Las mejoras en este sentido vendrán ligadas a la implantación de nuevas normativas en materia de protección de datos que permitan ofrecer al conjunto de empleados claridad y seguridad antes la cesión de sus datos personales.
Product Owner de la Firma Digital & Scrum Master en Endalia.